Hospital
Vigilia y blanco, con la luna a lo lejos llorando
en silencio, un teléfono llama, un enfermero
corre, toma la temperatura, la fiebre está
alta, controla la presión arterial, entrega
medicamentos, susurra un aliento, sonríe, el
frío de la noche acecha bajo un cielo estrellado
tejiendo pobreza, soledad, caminando el reloj, minutos
pareciendo horas, tiempo eterno en la noche, tiempo
fugaz y etéreo, como un suspiro donde la fantasía
ahuyenta a la realidad, donde las garantías
no existen, miedo de saber, murmullos que nos e escuchan,
preguntas, esperas, donde la certeza está en
la soledad de la noche, revelación del sentido,
noches de sentimientos unidos, respiración
agitada, noche especial, noches sin palabras, de dolorida
quietud mejorando la almohada, noches de mirar hacia
atrás, caminando en los límites de la
locura, los miedos, ilusiones y realidad pretendiendo
vivir escondiendo el dolor, peleando con la timidez
y vergüenzas, intuyendo mentiras con cansancio
y violencia, esperando en silencio, que la luna se
acerque en un roce de amor, estirando los brazos para
alcanzar una mano...
Los pacientes esperan, sin que el tiempo parezca correr,
como si las agujas del reloj dejaran de girar, apresurados
pasos con uniformes blancos, el espíritu de
la medicina permanece en las largas noches de vigilia,
luego de las recorridas habituales compartiendo comentarios,
unos mates calientes y una sonrisa brindada escondiendo
en el alma sus propios problemas, curando el cuerpo
de los otros, donde un río de sangre transita
un camino de dolor y resignación de hechos
inevitables donde la ciencia médica no alcanza
y el momento se torna ingrato.
Noches de palabras ausentes, de rostros ajados, donde
se refleja el infinito cansancio, rostros viejos que
buscan una atención cariñosa más
allá que el remedio, manos gastadas donde el
dinero no alcanza y el instante es interminable, las
miradas se buscan, se mezclan gente de todos lugares.
Flotando en el aire, un coro de llantos recientes
nacidos iluminan la noche en proclama de vida.