Mediodía del sábado 11 de noviembre
de 1961. La habitual paz de los paivense ya había
sido alterada dos veces desde el inicio de la huelga.
La primera, el viernes 3, cuando la policía irrumpió
en el pueblo, allanando varias casas y apresando a algunos
de sus moradores, entre ellos a Luis
Forani y a Vito Gomítolo.
La otra, el día 10, cuando el intento por hacer circular
un tren se frustró ante la resistencia de la población
que, espontáneamente, se había concentrado
en el paso a nivel de calle Moreno ante los silbatos provocadores
de la locomotora que precedía al convoy que iba fuertemente
custodiado por policías. Éstos arrojaron bombas
de gases lacrimógenos contra la gente que se encontraba
reunida en las inmediaciones, acción que desembocó
en una verdadera batalla campal cuando algunos de los manifestantes,
tal vez los más audaces o indignados por esa medida,
tomaron las mismas y las arrojaron nuevamente contra el
tren que comenzó a retroceder, emprendiendo su retorno
a Santa Fe.
Pero algo más iba a ocurrir ese sábado en
el que había planeado, junto con Oscar Alonso, visitar
a nuestro común amigo, el flaco Gomítolo que
se encontraba detenido en una comisaria de la ciudad capital.
Quedamos en que yo lo haría en colectivo y él
en moto, con su cuñado Bartolo Figueroa que practicaba
fútbol en el Club A. Unión.
Mientras me preparaba para ir a tomar el colectivo, escuché
el silbato de una locomotora que se aproximaba a la localidad.
Ya en el micro, se produjo el arribo del tren a la estación.
Cuando partimos, al llegar al paso a nivel pude ver que
aquél ya había pasado y que se encontraba
detenido entre éste y la pasarela.
En aquel entonces, debido a que la actual ruta 4 se estaba
pavimentando, el colectivo tomaba por Lisandro de la Torre
y hacía un recorrido que, luego de pasar por el camino
del ex matadero, en el barrio Los Hornos, terminaba en la
ruta 11.
En esa ocasión el conductor del vehículo,
al ver que la gente ocupaba buena parte de dicha arteria,
resolvió tomar por Entre Ríos y dirigirse
hacia el norte por una de las calles interiores con el fin
de librar el taponamiento que presentaba Lisandro de la
Torre y retomar su recorrido habitual.
Al pasar por cada esquina podía ver, desde la ventanilla
del colectivo de la Empresa Oldani, cómo la gente
se dirigía hacia el sector de las vías. La
preocupación se adueñó de todos nosotros,
pero ello no fue un obstáculo para que el viaje prosiguiese.
Ya en la ruta 11, llegando a Iriondo, observé, como
lo hizo el resto de los pasajeros, columnas de humo que
se levantaban desde el lugar por donde habíamos pasado,
por lo que supuse que tenían que ver con el tren.
En Candioti nos cruzamos con una autobomba del Cuerpo de
Bomberos de Santa Fe. Nuestra preocupación ya se
tornaba en angustia por saber lo que pasaba.
Al llegar a Santa Fe y pasar frente a algún quiosco
con la radio encendida, escuché que informaban sobre
los sucesos de Laguna Paiva: se hablaba de muchos heridos
y muertos, incluso niños.
Finalmente llegué a la comisaría y me encontré
con Alonso. Luego de visitar al "Flaco" y de comentar
lo que cada uno sabía, resolvimos trasladamos a la
Delegación de la C.G.T. para recabar una información
más precisa sobre lo ocurrido. Allí nos encontramos
con gente de Paiva, especialmente de La Fraternidad, que
habían ido a buscar apoyo y que, en cierto modo,
nos tranquilizaron al infórmanos que si bien había
que lamentar dos heridos, Gómez y Oliva, las cosas
no eran de la gravedad con la que la dieron a conocer los
informativos radiales.
Recuerdos del Ing. Dante Gentina