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Para esta Navidad tenemos un cuento...
"El árbol vacio"... Por Betty Fantini

 

Lo veía desde mi vieja silla de madera reseca y despintada, retapizada en cuerina roja por mis manos, con huellas de tantas manitos infantiles maltratándolas, a veces por los hijos de las visitas, otras por los míos.

No sé si él me veía, creo que sí aunque estaba "mustio".
Lo veía algo "turbio" a través de la botella plástica del agua, que estaba sobre la mesa ¿Qué aguardaba?. No sé que cosa.
Lo veía detrás de las imágenes de mis santos y dulce Jesús, porque soy una persona creyente.
Lo veía a través del vidrio de la ventana, él estaba siempre ahí. Nada lo sacudía, ni las marejadas de aire que soplaban, ni la suave brisa de mi respiración.
Lo veía desde la puerta de mi cocina. Es increíble solamente estaba.
Estaba siempre callado, inalterable en el mismo lugar. Él no sabía de veranos ni de inviernos, ni de calores ni de fríos. Tampoco conocía alegrías ni sufrimientos. El sólo estaba. Pero estaba en soledad, estaba vacío. Vacío de amor, del amor de los hombres, vacío de valores, vacío de sentido. Estaba ahí, porque alguien (uno de nosotros) lo puso.

Sobraba en otra casa, había sido reemplazado por uno nuevo. Estaba en un rincón, tal vez uno de los rincones preferidos, pero estaba desnudo, no tenía sentido, no tenía estrella que marcara su rumbo.
Solo lo envovía una cinta plateada que sobró de la navidad anterior. Nada lo conmovía, ni los azotes del viento norte ni el aire del ventilador. Es difícil que el viento nos sacuda si estamos vacíos. ¿Estaba siempre callado? O tal vez yo insensible no sabía interpretar su riqueza, aquello que me quería decir desde su desnudez, desde su vacío, desde su soledad. ¿Qué se escondía detrás de esa visión turbia?. Mi vida
vertiginosa es esa botella que me empaña la mirada y no me deja ver su historia, su grito visual que me está llamando, que me está reclamando o ¿acaso no estamos todos desnudos y casi vacíos en este siglo 21.?

Hoy me levanté temprano, durante el sueño lo pensé, lo medité, fui directamente a la lata donde guardo cosas para el recuerdo, metí la mano hasta el fondo sabía que no quedaba nada, pero con sorpresa saqué algo precioso, precioso porque lo miré con otros ojos, era un pequeño corazón plástico que alguna vez adornó un viejo arbolito de navidad. Corrí a colgárselo en medio de su copa. Es dorado irradia luz que enciende a mi arbolito mustio, turbio, solitario, que desde ese momento ya no estuvo más mustio, desnudo, ni solo, ni vacío: tiene corazón. ¡No está más vacío!. Pero si está tan sensible que tiene rumbo, tiene sentido. Se lo dio una estrella
de paz que se posó sobre su punta llamada por el latido de su tibio corazoncito.

Tal vez los hombres nos demos cuenta pronto y corramos a meter la mano en el baúl de los recuerdos y las saquemos repletas de aquello que nos haga sentir que estamos llenos, que no estamos solos entre tantos millones que nos rodean, que no estamos desnudos, ni vacíos.

Cuántas veces no sabemos ver en nuestro hermano el grito silencioso, desesperado, esa necesidad de acercamiento del alma que va más allá de la simple apariencia de un vestido sencillo, de unos labios temblorosos, de tal vez una baja autoestima por quién sabe qué razones, de un andar silencioso o de lo que se ha dado en llamar bajo perfil, pero de ninguna manera un cuerpo vacío.

Esta misma mañana pensé que el arbolito merece la caricia de un niño que lo maquille con dibujitos, con cajitas forradas, con moñitos sencillos, con piñas juntadas en la vereda de la plaza, que lo salpique con estrellitas de papel brilloso.
El arbolito amaneció brillante. ¡Si parecía tener ramas nuevas!. No era posible porque es de plástico. Sin embargo él leyó mis pensamientos. Como en casa ya no hay niños, ellos son realmente quienes pueden llegar a darle VIDA con su inocencia, decidí que estaría muy bien acompañado por Marquitos y sus hermanitos. Sé que nunca tuvieron un arbolito de navidad.

Así fue como el árbol desnudo se vistió de caricias esa mañana de diciembre y ya no estuvo nunca más desnudo, ni vacío, ni solo, ni mustio.

¡FELIZ NAVIDAD!

Betty Fantini

|Por Betty Fantini colaborando con www.lagunapaivaweb.com.ar
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