Con pinzas y entre varios
lo trasladaban colocándolo sobre la rueda adhiriéndolo
a martillazos, lo enfriaban en baldes de agua. Con
el tiempo ocuparon empleados y trabajaron con ellos
tres de los hermanos Fernández, Gaspari y Toibero,
que venían de Paraná a aprender el oficio.
Alquilaron a Peláez Quintana un lugar sobre
Ing.
Boasi e instalaron un surtidor de nafta
donde es hoy Alberdi y Rep. de Italia. Este oficio
los llevó a conocer otro oficio: mecánicos
de autos y
comienzan a trabajar para Birlegin
de Buenos Aires en la venta y compra, para
luego seguir en el mismo rubro en la casa Rugby de
Santa Fe. Los hijos crecieron descubriendo la esencia
de la mecánica y pasaron a trabajar en los
talleres ferroviarios.
Al finalizar la segunda guerra mundial, escaseó el combustible,
vendían solo diez litros por cliente y con bonos por
combustible, tiempos en que la palabra dejó de ser
documento y surgieron problemas, no pudieron continuar con
ese negocio. Gerónimo hizo de taxista hasta que con
mucho esfuerzo se jubiló. Solo tuvo segundo grado de
escuela primaria pero sus fuerzas y espíritu lo llevaron
a realizar las mas diversas tareas, como operador de cine
con Alejandro Fernández en el Club Unión (hoy
Moreno y Rep. de Italia), fue presidente de la Sociedad Hispano
Argentina, colaboró con la Biblioteca
Alberdi, su hija Sixta y su hijo Jaime integraron
el
cuadro de actores de Florencio Sánchez.
En una obra Jaime sufrió un terrible accidente frente
a un tiro de bala de fogueo que le vació un ojo en
plena escena.
La memoria es materia, el tiempo lentamente va mostrando como
espejos la vida, con sensaciones de aquello que se vivió
descubriendo con testimonios sobre los seres queridos, una
postal que la memoria envía.