Ser portera o portero es una
labor diarla, son los primeros: abren las puertas
y suelen quedarse después de horario. Todos
tenemos en nuestra memoria de infancia emotivos
recuerdos de las porteras. El diálogo con
ellas resume en sucesos ¡guales. El respeto
y la comprensión que generan, entreteje por
momentos la misma imagen, el contraste entre ellas
se expande para resumir finalmente en el cariño
incondicional que profesan en el trabajo y ¡as
acerca a una y otras en historias similares.
SONIA: fue portera en la Escuela
N° 688 durante 30 años. Se jubiló
el 8 de marzo de 2006 y en su memoria tiene días
muy lindos de escuela. Gracias al trabajo llevó
adelante ia familia y encontró apoyo en sus
compañeras y docentes. La escuela está
ubicada en un lugar estratégico que abarca
Villa Obrera y Barrio Obrero. A veces Sonia debía
llegar con chicos descompuestos o mensajes. Al principio
lo hacía caminando, luego se compró
una bicicleta y todo resultó más fácil.
"Con el tiempo las cosas cambiaron" en
el trato y el hacer, dijo. Todo lo hacía
con buena voluntad: mandados, mate cocido; sin diferencias.
"Recuerdo el día que llegó mi
nombramiento, las maestras estaban tan felices como
yo. Cuando me jubilé hicieron una fiesta.
Extrañé mucho el trabajo y lloré.
Me queda el recuerdo de preparar la bandera, atender
el kiosco para con las ganancias comprar remedios,
zapatillas o pagar el viaje de algún chico",
expresó Sonia.
MARY GIANELLI: 29 años de
portera en la Escuela N° 31. Han pasado junto
a ella generaciones de alumnos, padres, hijos y
nietos; dio bienvenidas y despedidas, bailó
el pericón con los alumnos.
Comenzó su trabajo con la inauguración
del nuevo edificio escolar y se emocionó
cuando el director la invitó, junto a la
supervisora, a descubrir la placa de los 75 años
de la escuela. Con sentimientos comentó la
atención a los chicos, servirles la leche,
si quedaban facturas repartirlas entre los que más
necesidades tenían; compartir cumpleaños,
ayudar en algún problema, "Hay tantas
necesidades", señaió, La ternura
brilló en sus ojos cuando comentó
que guarda tarjetas y dibujos de los chicos, algunos
la dibujaron con escobilla y balde. Pronto su tiempo
de jubilarse llegará, "Son etapas de
la vida. Los jóvenes necesitan trabajar y
dedicaré mi tiempo a los nietos", finalizó
diciendo.
ELBA y MARY: porteras del turno
mañana del Instituto Frencia. 25 años
trabajando juntas, con lindas experiencias descubrieron
el sentido de la amistad, integradas a los alumnos
y al quehacer diario. Al principio los chicos ayudaban
a regar las plantas y muchas veces los llevaron
de la mano a casa por algún motivo. "El
sistema de educación cambió, pero
las porteras siempre estarnos", dijo Elba.
Comparten los actos y acompañan en algunas
excursiones. El día de las porteras reciben
presentes de docentes y dirección. "Algunos
chicos que terminaron vuelven a saludarnos, dicen
que la leche más rica es la que hacemos nosotras.
Nos abrazan y nos llaman abuelas de todos. Son muchos
años en el colegio y el sentido religioso
tiene su mérito en la comunidad católica",
contó Mary,
IRMA MALFANTI; 16 años de
portera en la Escuela N° 107Q, con más
de cien chicos. Irma habló de la costumbre,
el cariño y la bulla de los chicos. Extraña
en los feriados largos. Estuvo ausente por enfermedad
y ansiaba volver. Contó cada detalle de su
día: abrir la puerta, preparar la leche,
limpiar, compartir con docentes y niños.
Un trabajo pesado pero cómodo a nivel humano,
solidario y noble. Antes acompañaba a los
chicos con buena predisposición, "Hoy
ciertas cosas cambiaron y otras se facilitaron con
el uso del celular", opinó. Atiende
el kiosco y con ese dinero compra artículos
de limpieza, alimentos para peces y otras necesidades.
Irma habió con entusiasmo de su trabajo,
con un placer inquieto y seguro.Sensaciones que
quedan en el espacio, que dejan claro el transitar
de las porteras.
|