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Aquellos históricos eucaliptos

Víctor García, el cuarto de izq. a derecha, armando plantines. A su lado, a la derecha don Mongusi y el primero de la derecha José Doblaré. Los protagonistas de una historia particular en Laguna Paiva: la preparación de los plantines de lo que hoy son inmensos eucaliptos en esa ciudad.
Fuente: Gentileza Flia. García

 

Son parte del paisaje de Laguna Paiva, son parte de su historia. No puedo imaginar el lugar sin ellos, con sus alturas y troncos de diámetros impresionantes.
A veces el miedo cruza como un gemido entre sus ramas añosas, elevado en las alturas donde anidan los loros. He caminado por el sendero del antiguo vivero bajo sus sombras, contemplando la mágica belleza que los rayos del sol baña de resplandores.

Con pies mojados he caminado bajo la lluvia y en su frescura en el verano, he pisado entre sus troncos las hojas secas escuchando el cric-cric de su armonía. He descansado en la represa tantos rumores, tantos secretos, trinos, juegos y risas junto a mis nietos, ha divagado mi pensamiento respirando el aroma delicado creyendo escuchar el silencioso grito de eucaliptos hachados, quemados, poco a poco destruidos.

Tantas preguntas me llevaron a la puerta de Don Víctor Oscar García, quien el 22 de julio de 1954 ingresó a trabajar en el ferrocarril sección vivero. Su primer capataz fue Carlos Mora, a su fallecimiento continuó bajo la supervisión de Don Anerly, “extranjero recto nos enseñó el trabajo vigilándonos a todos”, recuerda Víctor Oscar con melancolía. En el vivero se trabajaban árboles y plantas de todo tipo. Año tras año realizaban injertos, plantaciones de jardín y citrus, protegiéndolas del viento y heladas desde Buenos Aires en trenes de carga con vagones llenos de plantines. Otros llenos de macetas de arcillas; además realizaban macetas en lona, en una mesa especial, con un tubo hacia abajo donde colocaban la lona. Dentro de ella, la planta con barro y paja, la ataban y embalaban en carros transportando hasta la estación de trenes, donde con cuidado cargaban en vagones para llevar las plantas de distintas especies hacia otros lugares del país.

“Hacíamos guardia para regar los días no laborables. Los demás era José Doblare quien se encargaba del riego con mangueras. Ya falleció. Todos nos ayudábamos parejo, eran 70 por 100 metros”, agregó Víctor.

Para la plantación de eucaliptos recibieron orden a través del capataz de desmalezar el campo que ya estaba alambrado, 96 hectáreas que abarcan desde el vivero (donde hoy funciona el Predio Didáctico Productivo de la Escuela Nº 691), bordeando barrio Obrero hasta frente al antiguo matadero de barrio Los Hornos, ocupando todo el predio ferroviario hasta casi a la altura de Avenida Baranoski sobre la ruta que va a Nelson. Además se plantó un grupo en las cercanías de la estación de trenes. Llegó una compañía completa de obreros en un tren donde transportaban plantines de eucaliptos en pequeñas macetas de arcilla.

“Nos pagaron extra $ 0,25 por cada plantín plantado cada 2,50 metros de distancia uno de otro, todo medido y controlado. Los llevábamos en carro con mis propios caballos, donde íbamos agrupando montones de plantines mientras los obreros procedían al plantío en carro. También acercábamos en barriles el agua para regar. Hubo muchos comentarios sobre la plantación de eucaliptos, en realidad nunca supimos para que era...fue una orden que cumplimos”, agregó García.

Luego de la huelga de 1961 Víctor García pasó a trabajar en Vía y Obras, para años mas tarde ingresar en talleres donde permaneció hasta su jubilación. Quedan recuerdos de otros días, otros tiempos, donde Laguna Paiva estaba en la etapa de mayor esplendor, movimiento de gente extraña y silbato de locomotoras.

 

Por Cristina Mix - Redacción 08/09/2004.