La casa del abuelo
Hay una languidez de infancia, hay lazos invisibles que persisten en Betty Fantini como si volviera sobre sus pasos. Dibuja la casa del abuelo buscando detalles en la memoria, los ojos quietos en algo muy lejano. La casa estaba ubicada frente a las vías, a escasos metros de la estación de trenes de Laguna Paiva. Junto al negocio de Fantini estaba sastrería Literio.
Ángel Fantini nació el 20 de enero de 1883 en Rivarolo Mantovano, región de Lombardía al norte de Italia. Demasiado joven recorrió Francia y Alemania para recalar al fin en Argentina. Trabajó un tiempo en el puerto de Santa Fe y el 13 de abril de 1907, con 24 años, se casó con Josefa Negrete, española de Cádiz.
La prosperidad de Laguna Paiva los atrajo como crisol de razas que en mezcla de sangres fueron trayendo sus tradiciones al lugar en cultura de esa época. Con la fundación de la estación ferroviaria en 1908 fueron llegando la mamá y hermanos de Fantini. El matrimonio tuvo siete hijos. En 1931 Josefa falleció repentinamente.
Don Ángel se casó en segundas nupcias con Carmen Aguiar, oriunda de San Javier. “Fue la abuela que conocí y amé -dice Betty- mi abuelo Ángel era de baja estatura y de gran corazón. Había creado un negocio y lo manejaba como un artesano”.
Continúa dibujando sus recuerdos en un mismo salón, correctamente separados. En la parte norte estaba la venta de fiambres, se cortaban con cuchillos de variados tipos y tamaños, uno era de punta redonda. En el centro, debajo del ventilador de techo estaba el despacho de bebidas, con mesitas y sillas dispersas. Sobre el mostrador, la venta de golosinas; más allá verdulería, frutería y alimentos. Detrás del salón existía un depósito.
En el garage tenía bolsas de papas que recibía por tren una vez por semana. Betty ayudaba a su abuelo a seleccionarla. En otra pieza, detrás del garage, estaban las bolsas de yerba, azúcar y harina, que se vendían sueltos o por bolsas. La gente de campo y de localidades como Arroyo Aguiar y Cayastacito hacían provistas mensuales y mientras los padres compraban, los chicos tomaban chinchibira.
La abuela cocinaba exquisiteces que se vendían para llevar o comer allí. Eran famosas las picadas de doña Carmen y siempre había un plato gratis y un catre en el patio para el indio Galarza, un personaje de esos tiempos, sumiso, callado y mocoví.
Como las casas de antes
La casa “tipo chorizo” ocupaba muchos metros en la manzana. Tenía un comedor diario y otro para visitas, un mural paisajista pintado sobre una pared entera fascinaba a los ojos de los nietos cuando todos los domingos se reunían en la larga mesa familiar. Había tres dormitorios, la cocina era amplia, tenía dos baños (uno para duchas), lavadero, galería, patio con baldosas, galpones y gallinero; todo rodeado por un alto tapial con columnas trabajadas decorativamente donde macetas con forma de jarrones cubierto de helechos, coronaban el tapial. En el centro, una glorieta bordeada de flores donde Betty se recuerda sentada en un banquito saboreando el asado junto al brasero.
El negocio fue decayendo cuando la abuela quedó ciega y el abuelo enfermó. Los hijos trabajaban en el ferrocarril y al revisar el cuaderno de anotaciones para cobrar deudas, las notas decían “el hombre del perrito blanco debe $..., el hombre de la ginebrita de las 5 de la mañana...”. La honestidad de los clientes prevaleció y fueron presentándose a saldar las deudas que no tenían nombres ni apellidos.
El negocio debió cerrarse y la casa se vendió. Ángel Fantini fue uno de los pioneros que apostaron por Laguna Paiva. Falleció el 6 de enero de 1963. Tiempo después la casa se demolió.
La casa de Ángel Fantini en Laguna Paiva. Este inmigrante nació el 20 de enero de 1883 en Rivarolo Mantovano, región de Lombardía al norte de Italia. Demasiado joven recorrió Francia y Alemania para recalar al fin en Argentina. Trabajó un tiempo en el puerto de Santa Fe y el 13 de abril de 1907, con 24 años, se casó con Josefa Negrete, española de Cádiz.
Publicado por Cristina Mix
para el periódico regional El Santefesino, en Febrero de 2008.