LAS MADRES y MALVINAS
lda Rojas estruja sus manos, su rostro muestra el íntimo dolor, el que no podrá repetirse. Juan Carlos Montenegro, su hijo menor hace seis años se durmió para siempre. Ilda no quiere ir más a los homenajes, le hacen mal, “pensaba que el ejército era bueno para los muchachos, dice, hasta que lo sufrí”. Juan Carlos pidió prorroga para terminar sus estudios, 1982 lo encontró sirviendo a la Patria. “Era domingo por la noche y desde la radio escuchamos que el Crucero General Belgrano fue hundido, enloquecí de dolor y corrimos en busca de información a la comisaría y nada”. Oscar Leiva oriundo de Laguna Paiva cumplía con el servicio militar en Buenos Aires, llamó para avisarles que Juan Carlos vivía. Recuerdos y sensaciones lo marcaron por siempre, mientras íntimamente deseaba volver a Malvinas.
Eva Mercedes Agüero intenta mirar el presente construido alrededor de tanta agonía cuando su único hijo Dante Arnoldo Leguizamón, experimentó el impacto del hundimiento del Crucero G. Belgrano, los padres esperaban su regreso con la baja del servicio militar obligatorio, Dante había sido sorteado con el número 1000, marina por dos años. “La siesta del 2 de Mayo desperté de una pesadilla donde Dante agitaba sus brazos, cuenta Eva, al otro día temprano llegó Montenegro cuando vi su rostro grité: ¡Que sabe de mi hijo!..Ya no tuvimos paz con mi esposo”, dijo. Luego de una semana recibieron un telegrama, un familiar desde Bahía Blanca les avisaba que Dante estaba vivo. Estuvo 48 horas en una balsa, cayó al mar y alguien lo tomo de los cabellos y lo subió, otro marino le entregó sus ropas. Hoy la recompensa a tanto dolor se manifiesta para Eva en los nietos, en la vida de su hijo guardando ésta historia.
Juana Ramírez revive las horas pasadas junto a otras señoras en la escuela de mujeres tejiendo bufandas, gorros, en silencio tragando las lágrimas, ordenando los paquetes que partían a Malvinas. “Yo aún andaba en bicicleta y salía de casa como autómata, relata Juana, entre a un negocio, unos hombres decían que los ingleses ganaban la guerra porqué sus armas eran más poderosas, mi llanto se elevó a sus palabras, pidiendo que no hablaran de esa forma que mi hijo estaba allí, guardaron silencio, cuando me dí cuenta estaba sola, se habían retirado todos, menos el almacenero”. Su hijo Ramón Horacio Galván con 25 años de edad, con el cargo de Cabo Primero en su primer embarco y segundo año en marina a bordo del Destructor ARA Piedra Buena participó en el rescate de los sobrevivientes del Crucero G. Belgrano, “Estaban congelados (continúa Juana) y los desnudaban y luego los vestían con sus propias ropas, hasta que no tuvieron más. De regreso a Paiva él , se quebró , lloraba y en susurros nombraba a los compañeros. Vio la muerte de frente, pero volvió, volvió.”
Isabel Zarzyski no podía estar quieta, caminaba todo el día dentro de su casa, televisor y radio encendidos a todo volumen, hasta que tuvieron noticias del hijo, José Luis D’Andrea a bordo del Buque Hospital Bahía Paraíso recatando náufragos vivió las situaciones de tensión donde se encontró con otros paivenses excitados a pesar de sus propios delirios preocupados por saber de los otros.”Respeté su silencio, dice Isabel, gracias a Dios regresó.”
Adela Gauna explica con voz suave y lenta, piensa y vuelve a vivir la angustia del tiempo aquél, su hijo Hugo Isidoro Alba en Mayo estuvo de licencia en Laguna Paiva, en Abril de 1982 embarcado en el Buque Tanque ARA Punta Médanos distribuidor de combustible y también agua, abastecieron a la flota durante el conflicto en medio de maniobras peligrosas, luego del hundimiento del Crucero, Hugo Alba pasó a integrar la tripulación del Buque Hospital B. Paraíso en la operación rescate. Adela Ester enfrentada al recuerdo relató “los miedos se intensificaban al escuchar las marchas militares por la radio, esperando siempre los comunicados, la información, viajamos a Santa Fe, no recuerdo a que lugar, sólo sé que nos dijeron que estaba vivo y seguimos esperando con un cierto alivio. Ya pasó, hoy es Suboficial Mayor y pronto se retira.”
Días de agonía pasaron para las madres de Veteranos de Guerra de Malvinas. Esta es una reseña del sentimiento de algunas de ellas, 34 son los jóvenes de Laguna Paiva que en 1982 partieron a Malvinas. Cuánto vacío sin llenar en esas heridas invisibles.
Publicado por Cristina Mix
El Santafesino, en Abril de 2012.