Los Sastres Artesanos que "desaparecieron" en nuestra ciudad.
Diciembre de 2008 - Colaborando con nuestro sitio web, la Sra. Lilia Noce de Zedde, nos acerca este intresante trabajo de gran valor histórico y publicado en los años 90 para la revista "Identidad" (que editaba la Biblioteca Juan Bautista Alberdi) y que hoy podemos compartir a través de Internet. Esta investigación y relatos (de boca de quienes fueron protagonistas) tiene la intención de hacer conocer que nuestra "IDENTIDAD" tiene varias historias. Y ésta es una.
SASTRERÍA INTERNACIONAL "LITTERIO"
Abrió sus puertas en el año 1917; aún hoy existe el cartel en la esquina de Rivadavia y Junín en la ciudad de Santa Fe. Se confeccionaban uniformes para distintas empresas, además de trajes, sobretodos y tapados.
En el año 1937 instaló una sucursal en Laguna Paiva en lo que era Avda. Crespo 440, a cargo de los hermanos Litterio, Francisco y Tomás, uno cortador y el otro armador. Tenían personal a cargo que trabajaba en el local. Se hacían trajes a medida a gran parte de la población y de poblaciones vecinas. Tenían también pantaloneras que llevaban trabajo a su casa.
Los casimires con que trabajaban se traían directamente de Inglaterra. Las telas se elegían mediante muestrario. Por razones familiares dejó de funcionar en el año 1949.
En la actualidad (Año 2010) la fachada del edificio en la ciudad de Santa Fe se conserva. Luego de publicar esta nota el nieto de Tomás Litterio nos envió fotografías actuales del lugar:
Agradecemos la colaboración de Ricardo Litterio (Nieto de Tomás Litterio) por enviarnos las fotografías actuales del lugar. (Año 2008)
SASTRERÍA "LA JUVENTUD" De Constantino González
En su casa de la ciudad de Santa Fe, con gran simpatía y amabilidad me recibe su hija Consuelo; aporta datos con referencia a la sastrería:
Abrió sus puertas en 1935 en Maipú 102 (esquina Maipú y Alberdi), hoy ocupado por un quiosco. Trabajaba con su esposa y numeroso personal que a lo largo del tiempo se fue renovando; Consuelo se disculpa por si olvida algunos nombres y aporta datos de las personas que recuerda: Marta Soracio, Ramón Abregú, Emilio Caro, más adelante Elvira Ardiles, Enrique Heimbourger, Blanca Gauthier, Martina Cladera, Rosalía Carauni, Eloína Suárez de Morales, Carmen Luna, Belkys Ramírez, Carmen Salva, Nilda Alvarez de Cáceres.
Cabe destacar que respondiendo a un momento cultural de la época, las mujeres solamente trabajaban siendo solteras; al casarse se dedicaban exclusivamente a su hogar.
En la época de esplendor económico llegó a trabajar con alrededor de diez personas. En el primer gobierno de Perón, se instaura la previsión social; Don Constantino adhiere a este sistema a todo el personal en lo que en ese momento se llamaba "Caja de Jubilaciones de Industria y Comercio".
En el año 1955 Don González obtiene una de las primeras jubilaciones de esa caja y da cierre al negocio. (Está documentado por la autoridad policial de entonces, el Comisario Emilio Fernández).
La sastrería no cierra definitivamente, porque se transfiere bajo documentación del escribano González Salmerón al Sr. Enrique Heimbourger con el compromiso de que quede a su cargo todo el personal existente.
En los comienzos de las sastrerías, las agujas y demás insumos, incluidos los hilos, eran importados; los casimires, ingleses. Las casas proveedoras estaban, algunas, radicadas en Santa Fe como por ejemplo la casa Bolzico y Cía. que aún existe, casa Guerzovich, David Glemboski, y en Rosario casa Galarraga.
Cabe mencionar que Don González, como la mayoría de los sastres de principio de siglo, llega de Europa a "sembrar" este oficio.
En las épocas de mayor esplendor viajaba dos veces por año a Buenos Aires a traer mercadería directamente de exportadores.
Aproximadamente por el año 1950 un traje de casimir costaba 100 pesos y un sobretodo 120 pesos, con una amplia cartera de crédito, donde la cuota rondaba los 10 pesos mensuales. Al cliente se le otorgaba el crédito sin ninguna clase de documentación o referencia.
LA IDIOSINCRASIA DE LA ÉPOCA Consuelo continúa: "Todos los novios se hacían para el casamiento dos trajes: el de civil, generalmente de tono claro o haciendo juego con la ropa de la novia y el otro oscuro, azul, gris pizarra o negro para la ceremonia religiosa. Un dato relevante en ese tiempo: los muchachos ni bien entraban al ferrocarril, enseguida encargaban dos trajes en el año, más alguno que surgía por algún acontecimiento especial. El Dr. Castro, médico ferroviario, encargaba tres trajes juntos; para dos, él mismo elegía las telas del muestrario y al restante lo dejaba a criterio de mi padre". También recuerda que en sus épocas de estudiante se hacían los trajes los Dres. Eduardo Peláez y Carlos Aeberhard, y acota que la primera chaquetilla médica del Dr. Peláez la hizo su padre. |
El 22 de mayo de 1981 (día de Santa Rita, Patrona del Instituto Presbítero Alcides Carlos Frencia) se llevó a cabo la inauguración de las aulas para Jardín y Preescolar, edificadas sobre terreno donado por Consuelo y Roberto González. Llevan el nombre de sus padres Elvira de González y Constantino González. Están ubicadas en el sector que corresponde a la Escuela Primaria Nº 1135. Bendijo las instalaciones el Padre Jossen. Estuvo presente la Supervisora de la Dirección de Enseñanza Privada, Sra. de Cello. El acto se llevó a cabo ante el alumnado y personal del colegio y la emocionada presencia de los hijos y nietos de Elvira y Constantino, quienes supieron inspirar en sus hijos sentimientos de generosidad hacia el prójimo. |
SASTRERÍA HEIMBOURGER
De Enrique Heimbourger
Continuó con la sastrería que fuera de Don Constantino González hasta mediados de la década del '60 manteniendo el personal que ya trabajaba en la antigua sastrería.
SASTRERÍA GIARRATANA De Don Calógero Giarratana
Su hijo Eldo, me recibe en su casa y apelando a los recuerdos cuenta:
"Mi padre llegó a Laguna Paiva por el año 1928 y se instaló en 25 de mayo 2570 hasta que se trasladó a lo que era Avda. Crespo por el año 1932. Mientras tanto edificaba lo que luego sería su moderno local y casa de familia (actualmente ocupado por una fábrica de pastas). En algún momento llegó a tener entre ocho y diez empleados además de los que se llevaban trabajo a la casa, como ser pantaloneras y chalequeras. Algunos nombres que recuerdo: Daniel García, el "negro" Juárez, Julio Rodríguez, Nica Pérez, Antenor Lencinas. De ellos, algunos se independizaron y otros cambiaron de oficio.
Algunos nombres de pantaloneras: Beba Pavelé, Carina Cabezas, María Gerometto, Zunilda Gómez, Kikí Gómez y es imposible no mencionar a mis hermanas Elda, Lala y Lubi. Estas asumían a su vez, la dirección del taller de costura. Yo mismo alrededor de los once años comencé a trabajar, primero como cadete y más adelante en tareas más comprometidas. A los dieciséis años comencé a viajar a Santa Fe para aprender los secretos del corte, con el profesor Roque Russumno. Seguí trabajando en la sastrería familiar. Mientras tanto mis hermanas se fueron casando y a raíz de la ceguera de mi padre quedé al frente de la sastrería hasta el año 1958".
UN DATO ANECDÓTICO. Con el tiempo, los trajes de confección fueron imponiéndose por más baratos y algunos sastres nos mantuvimos un tiempo haciendo arreglos. Desde luego esto no permitía mantener a una familia, lo que me obligó a elegir otro horizonte". Mi entrevistado recuerda una anécdota que el tiempo vuelve risueña: en una oportunidad, ante la desesperación de su padre, comprueban que el bolsillo superior de un saco estaba en el lado contrario; salieron del apuro (previa autorización del dueño) haciendo otro bolsillo en el lugar correcto. Resumen: un saco con dos bolsillos superiores. |
Un dato curioso: Era vendedor independiente de accesorios de sastrería (hilos, botones, forros) el Sr. Boris Furman nacido en la ciudad de Santa Fe y de extrema pobreza en sus comienzos. Fue un gran empresario y tiene en la ciudad de San Carlos de Bariloche la explotación de la confitería y el telesférico del Cerro Otto, habiendo formado la fundación que lleva el nombre de su madre: "Sara Furman". Los réditos de su explotación se reparten entre la empresa y el sanatorio israelita de la ciudad de Buenos Aires. En Santa Fe instaló una panadería y repartía alrededor de mil kilos de pan por día en forma gratuita a los necesitados "recordando la pobreza de su niñez". |
SASTRERÍA JUÁREZ De Ubaldo Néstor Juárez (Negro)
Cira Juárez de Bousquet (hermana) tratando de hacer memoria, me cuenta:
"Vinimos de San Juan en el año 1939. Mi hermano aprendió el oficio y luego trabajó en la sastrería de Nigro y Costábile de la ciudad de Santa Fe. No recuerdo bien pero creo que corriendo el año 1951 se casó y puso su sastrería en Paiva en lo que hoy es República de Italia ex Ingeniero Boasi (al lado de panadería "La Constancia")". Agrega que tanto ella como sus hermanas trabajaron con él como pantaloneras además de muchas otras personas que se fueron sucediendo con el tiempo.
Después la situación cambió y, aunque nunca les faltó trabajo, ya había dejado de ser redituable. Además, problemas de salud complicaban la continuidad. Recuerda Cira que se hacía indistintamente ropa para hombre o mujer sobre medida.
SASTRERÍA LENCINAS de Antenor Lencinas
Al recibirme en su casa el Sr. Lencinas manifiesta su alegría por esta idea de hacer conocer lo que en un momento fue una verdadera industria.
Recuerda con mucho cariño esa época y dice que empezó como cadete en la sastrería Giarratana. Trabajaban como oficiales por esos días Nica Pérez, Carreño (el cordobés), Klemensau, Julio Rodríguez. Fue pasando por distintos trabajos, primero de menor importancia hasta llegar a conocer la mayor parte del oficio. Por el año 1948 Nica Pérez (que se había independizado) le pide que trabaje con él; ahí aprende también a cortar. Acota que Nica Pérez fue un creador.
Fue la época de esplendor del ferrocarril y él recuerda algunos clientes que se han hecho hasta tres trajes en un mes. Para que no queden dudas da los nombres de dos de ellos: el "Gallego"Andrés y Manuel Trujillo; y pantalones ni hablar. Como las demás sastrerías de la época también tenían, además de la planta de obreros permanentes, pantaloneras y chalequeras que se llevaban el trabajo a la casa.
Siempre estuvo en Moreno 184, hoy 1184. Para algunas fechas (dice con verdadera nostalgia) se veían rebasados de trabajo, por ejemplo: el 24 de mayo y el 8 de julio (bailes de gala), lo mismo para la fiesta del vals organizada por la Biblioteca Juan B. Alberdi; igualmente el Baile de los Conscriptos - otro hecho relevante - donde no solamente se hacían un traje los futuros soldaditos, sino también sus señores padres.
Por el año 1955 empezó a entrar la modernización con máquinas y planchas eléctricas y se dejaron de lado las viejas máquinas a pedal.
"Como sastrería funcionó hasta el año 1970. De ahí en adelante por el cambio de moda y costumbres, las sastrerías dejan de hacer trabajos de medida y pasamos muchos de nosotros a los arreglos de la ropa de confección, o como en mi caso, a un negocio relacionado con el vestir del caballero", nos cuenta Lencinas.
En la foto Marta Soracio (oficial) sentada en el medio la chalequera que se casaba, Srta. Gonzalez, la Srta. Ardiles quedó en su lugar como chalequera.
SASTRERÍA RODRÍGUEZ
Ante la imposibilidad de tener información de quienes fueron protagonistas, fue necesario recurrir a vecinos y amigos a quienes agradezco su amabilidad.
La familia de Pablo Rodríguez llegó de Corrientes, por la década del '30. No se tiene el año preciso en que la sastrería abrió sus puertas.
Matrimonio de muchos hijos, algunos de ellos aprenden el oficio junto a su padre. Al morir éste, Ornar sigue al frente, secundado por sus hermanos Celia y Pablo.
La casa de familia y la sastrería siempre estuvieron en Rivadavia 2383 (hoy es la casa del Sr. Castellá).
SASTRERÍA NICA PÉREZ de Nica Pérez
Me recibe en su casa de la ciudad de Santa Fe y se muestra deseoso de contar lo que recuerda:
"Comencé cuando aún iba a la escuela. Tenía diez años y medio día me mandaban a aprender el oficio a la sastrería de Don Calógero Giarratana; Daniel García era el oficial que me controlaba. A los dieciséis años ya era algo más que medio oficial.
Por ese tiempo, tuve la oportunidad de entrar como mensajero en el ferrocarril, trámite éste que le había llevado a mi madre mucho tiempo, pero en ese momento decidí quedarme con mi oficio de sastre.
Comencé a viajar a Santa Fe a aprender los secretos del corte con el Sr. Antonio González (Pichai), sobrino de Don Constantino que a su vez trabajaba en el Sportsman. A los dieciocho años ya era cortador y me independicé a pesar de que seguía trabajando para Don Giarratana,
Cuando cumplí viente años y tuve que cumplir con la Patria, seguí trabajando. Los viernes llegaba a Paiva, cortaba y mi hermano Albino y el personal terminaban los trabajos durante la semana. Recuerdo algunos nombres de empleados: los hermanos Lencinas, Antenor y Carlos (éste último fue después un dibujante de mucho prestigio en Buenos Aires y ahora está radicado en España, siempre dedicado al dibujo), Oscar Carabajal, Oscar Rojas, Domingo Mendoza, Rodolfo Caminos "Chochi" , Orlando Bonaldo, el "pata" Límido, Oliva (en este momento no recuerdo el nombre). Chalequeras y pantaloneras: Carmen Luna, Srta. Pinichinelli, Irene Lencinas, Estefanía Villalba (suegra del "pampa" Caminos).
Llegué a tener una sastrería en San Cristóbal que regenteaba mi hermano Lucas. En ese tiempo se entregaban hasta diez trajes por semana. Un muy buen cliente fue el Sr. Manuel Trujillo, ya fallecido; en una oportunidad quiso que le hiciera un saco sport de cuero y a pesar del dolor de cabeza que me trajo pude darle el gusto. Las personas de más de sesenta años lo recordarán al Sr. manuel Trujillo como un "dandy", siempre vestido impecable. Durante mucho tiempo usó traje blanco y moñito hasta para ir al trabajo; al llegar se ponía un mameluco arriba de la ropa y así conducía los trenes (era maquinista). Al padre Taca le confeccioné una sotana. Era muy común que las mujeres se hicieran hacer los trajes con el sastre. Las terminaciones eran mi responsabilidad, y muchas veces me quedaba hasta la madrugada para cumplir con el cliente.
Gracias a este oficio debo decir que a los veinte años me compré la esquina que hoy ocupa mueblería Meratti y la casa de Antenor Lencinas. Después, todo aquel que tenía un oficio de tipo artesanal, como es sin dudas la sastrería, se quedó sin poder competir con las nuevas reglas de juego.
Por el año 1954 o 1955 vendí la sastrería y me dediqué a otro rubro totalmente opuesto. Compré el Plaza Bar".
Al preguntarle sobre un dato curioso recuerda:
"Tenía unos clientes que eran tan pero tan amigos que se hacían hasta la ropa igual, el mismo color y modelo, un tal Víctor Acosta y Luis Masseroni".
PANTALONERAS y CHALEQUERAS
Cabe destacar que dentro del oficio de sastre, las pantaloneras y chalequeras guardaban un lugar espegifico. Desapareció la chalequera porque la moda impone con el tiempo casi excluyentemente el ambo.
A lo largo de estas notas se mencionan los nombres de muchas y creí conveniente tener la palabra de alguna de ellas:
Irene Lencinas nos dice:
"Empecé a trabajaren el año 1942, poruña circunstancia triste. Antes de eso estudiaba piano. Iba a entrar al quinto año con la profesora Adela Vallejos de la ciudad de Santa Fe y según su opinión, yo tenía condiciones para continuar. En el año 1941 muere una hermana. Mi padre había hipotecado la casa para hacer frente a su enfermedad y ante tal circunstancia, con mucho dolor e impotencia, debo abandonar mi carrera de futura profesora de piano y ponerme a trabajar.
Con el tiempo llegué a amar esta profesión que me dio muchas satisfacciones, pero en ese momento el primer trabajo lo hice con tanta rabia que el pantalón que hacía tuvo las dos piernas del mismo lado.
Mis maestros fueron mi hermana mayor Negra que era pantalonera y chalequera y los sabios consejos de Don Giarratana; además trabajé un tiempo con los hermanos Litterio, Julio Rodríguez y Nica Pérez.
Tanto Don Giarratana como Nica me dijeron que la ropa de hombre debe estar hecha de manera que al terminarla diese la sensación de no haber sido tocada. Ese consejo me quedó como un legado para toda la vida porque es un arte: la prolijidad, dar puntadas exactas, las mangas y cuellos deben ser perfectos, igual que los bieses. Con los años esa exigencia pasa a ser parte de uno mismo.
Dejé de trabajar en sastrería en el año 1949. Continué trabajando, y sigo (aunque ya muy poco) como modista".
Elvira Ardiles (Chalequera)
Trabajó dieciocho años en la sastrería de González. Con mucho cariño recuerda esos años y me dice:
"El día que entré a trabajar Consuelo tenía dos meses y era una beba hermosa. Entré como aprendiz, lo primero que hice fue picar cuellos, solapas, entretelas del cuerpo, hacer hombreras. Más adelante: mangas, vistas, el punto cruzado para que no se vea. Cuando se casó una sobrina de Don González que hacía los chalecos, pasé a ocupar su lugar, después empecé a hacer los sacos y dejaba para que el oficial colocara las mangas.
Debo decir que la sastrería era nuestro segundo hogar. La mamá de Consuelo y Roberto nos cebaban mate, y los días de lluvia sabíamos que nos quedábamos todos a comer.
Cuando falleció mi mamá me permitieron volver al trabajo cuando me sintiera más serena, sin ponerme límites. Recibí de la Sra. Elvira siempre los mejores consejos.
Yo nunca llegaba a horario, porque salía con el tiempo justo y siempre me atajaba algún carguero ( vivía y vivo en el pueblo nuevo). El día que llegaba temprano Don Constantino decía: "¡Coño, ¿de qué lado saldrá hoy el sol que Elvira llegó temprano?!".
Un hecho que recuerdo: Don Constantino mandó a Roberto a llevar un traje para un novio, pero en el camino se le cruzaron unos amigos jugando a la pelota, se entretuvo y perdió el chaleco; el novio se casó sin el chaleco, algo que no se concebía lógico para la época.
Recuerdo que muchos años después, a pedido del Sr. Lencinas, hice un chaleco a José María Venturini. Era de color amarillo. Ese fue mi último chaleco.
Debo decir que hace diecisiete años estoy jubilada, porque don Constantino nos inscribió a todo el personal y gracias a esos dieciocho años pude seguir aportando y me jubilé. Sentí y siento un enorme cariño, respeto y agradecimiento a esa familia".
Srta. Ardiles (chalequera)
En la foto el Sr. Lencinas con el conocido Don Lázzaro
Quise rescatar del olvido a quienes fueron protagonistas de una época de esplendor y que, como parte de nuestra historia ciudadana, merecen un lugar en la memoria...Lilia Noce de Zedde
Fuente:
Trabajo realizado por Lilia Noce de Zedde
Publicacion en Revista Identidad de la Biblioteca Juan B. Alberdi de Laguna Paiva