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Repasando
nuestra historia... |
Los
Sastres
Artesanos que "desaparecieron" en nuestra ciudad.
Fue una opición de trabajo para los jóvenes y
una verdadera industria. ...continúa... |
Votá:
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SASTRERÍA
LENCINAS de Antenor Lencinas
Al recibirme en su casa el Sr. Lencinas manifiesta
su alegría por esta idea de hacer conocer
lo que en un momento fue una verdadera industria.
Recuerda con mucho cariño esa época
y dice que empezó como cadete en la
sastrería Giarratana. Trabajaban
como oficiales por esos días Nica Pérez,
Carreño (el cordobés), Klemensau,
Julio Rodríguez. Fue pasando por distintos
trabajos, primero de menor importancia hasta
llegar a conocer la mayor parte del oficio.
Por el año 1948 Nica Pérez (que
se había independizado) le pide que trabaje
con él; ahí aprende también
a cortar. Acota que Nica Pérez fue un
creador.
Fue la época de esplendor
del ferrocarril y él recuerda
algunos clientes que se han hecho hasta tres
trajes en un mes. Para que no queden dudas da
los nombres de dos de ellos: el "Gallego"Andrés
y Manuel Trujillo; y pantalones ni hablar. Como
las demás sastrerías de la época
también tenían, además
de la planta de obreros permanentes, pantaloneras
y chalequeras que se llevaban el trabajo a la
casa.
Siempre estuvo en Moreno 184, hoy 1184. Para
algunas fechas (dice con verdadera nostalgia)
se veían rebasados de trabajo, por ejemplo:
el 24 de mayo y el 8 de julio (bailes de gala),
lo mismo para la fiesta
del vals organizada por la Biblioteca
Juan B. Alberdi; igualmente el
Baile de los Conscriptos - otro hecho relevante
- donde no solamente se hacían un traje
los futuros soldaditos, sino también
sus señores padres.
Por el año 1955 empezó a entrar
la modernización con máquinas
y planchas eléctricas y se dejaron de
lado las viejas máquinas a pedal.
"Como sastrería funcionó
hasta el año 1970. De ahí en adelante
por el cambio de moda y costumbres, las sastrerías
dejan de hacer trabajos de medida y pasamos
muchos de nosotros a los arreglos de la ropa
de confección, o como en mi caso, a un
negocio relacionado con el vestir del caballero",
nos cuenta Lencinas.
En
la foto Marta Soracio (oficial) sentada en el
medio la chalequera que
se casaba, Srta. Gonzalez, la Srta. Ardiles
quedó en su lugar como chalequera.
SASTRERÍA
RODRÍGUEZ
Ante la imposibilidad de tener información
de quienes fueron protagonistas, fue necesario
recurrir a vecinos y amigos a quienes agradezco
su amabilidad.
La familia de Pablo Rodríguez llegó
de Corrientes, por la década del '30.
No se tiene el año preciso en que la
sastrería abrió sus puertas.
Matrimonio de muchos hijos, algunos de ellos
aprenden el oficio junto a su padre. Al morir
éste, Ornar sigue al frente, secundado
por sus hermanos Celia y Pablo.
La casa de familia y la sastrería siempre
estuvieron en Rivadavia 2383 (hoy es la casa
del Sr. Castellá).
SASTRERÍA
NICA PÉREZ de Nica Pérez
Me recibe en su casa de la ciudad de Santa Fe
y se muestra deseoso de contar lo que recuerda:
"Comencé cuando aún iba a
la escuela. Tenía diez años y
medio día me mandaban a aprender el oficio
a la sastrería de Don Calógero
Giarratana; Daniel García era el oficial
que me controlaba. A los dieciséis años
ya era algo más que medio oficial.
Por ese tiempo, tuve la oportunidad de entrar
como mensajero en el ferrocarril, trámite
éste que le había llevado a mi
madre mucho tiempo, pero en ese momento decidí
quedarme con mi oficio de sastre.
Comencé a viajar a Santa Fe a aprender
los secretos del corte con el Sr. Antonio González
(Pichai), sobrino de Don Constantino que a su
vez trabajaba en el Sportsman. A los dieciocho
años ya era cortador y me independicé
a pesar de que seguía trabajando para
Don Giarratana,
Cuando cumplí viente años y tuve
que cumplir con la Patria, seguí trabajando.
Los viernes llegaba a Paiva, cortaba y mi hermano
Albino y el personal terminaban los trabajos
durante la semana. Recuerdo algunos nombres
de empleados: los hermanos Lencinas, Antenor
y Carlos (éste último fue después
un dibujante de mucho prestigio en Buenos Aires
y ahora está radicado en España,
siempre dedicado al dibujo), Oscar Carabajal,
Oscar Rojas, Domingo Mendoza, Rodolfo Caminos
"Chochi" , Orlando Bonaldo, el "pata"
Límido, Oliva (en este momento no recuerdo
el nombre). Chalequeras y pantaloneras: Carmen
Luna, Srta. Pinichinelli, Irene Lencinas, Estefanía
Villalba (suegra del "pampa" Caminos).
Llegué a tener una sastrería en
San Cristóbal que regenteaba mi hermano
Lucas. En ese tiempo se entregaban hasta diez
trajes por semana. Un muy buen cliente fue el
Sr. Manuel Trujillo, ya fallecido; en una oportunidad
quiso que le hiciera un saco sport de cuero
y a pesar del dolor de cabeza que me trajo pude
darle el gusto. Las personas de más de
sesenta años lo recordarán al
Sr. manuel Trujillo como un "dandy",
siempre vestido impecable. Durante mucho tiempo
usó traje blanco y moñito hasta
para ir al trabajo; al llegar se ponía
un mameluco arriba de la ropa y así conducía
los trenes (era maquinista). Al padre Taca le
confeccioné una sotana. Era muy
común que las mujeres se hicieran hacer
los trajes con el sastre. Las terminaciones
eran mi responsabilidad, y muchas veces me quedaba
hasta la madrugada para cumplir con el cliente.
Gracias a este oficio debo decir que a los veinte
años me compré la esquina que
hoy ocupa mueblería Meratti y la casa
de Antenor Lencinas. Después, todo aquel
que tenía un oficio de tipo artesanal,
como es sin dudas la sastrería, se quedó
sin poder competir con las nuevas reglas de
juego.
Por el año 1954 o 1955 vendí la
sastrería y me dediqué a otro
rubro totalmente opuesto. Compré el Plaza
Bar".
Al preguntarle sobre un dato curioso recuerda:
"Tenía unos clientes que eran tan
pero tan amigos que se hacían hasta la
ropa igual, el mismo color y modelo, un tal
Víctor Acosta y Luis Masseroni".
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PANTALONERAS
y CHALEQUERAS
Cabe destacar que dentro del oficio de
sastre, las pantaloneras y chalequeras
guardaban un lugar espegifico. Desapareció
la chalequera porque la moda impone con
el tiempo casi excluyentemente el ambo.
A lo largo de estas notas se mencionan
los nombres de muchas y creí conveniente
tener la palabra de alguna de ellas:
Irene
Lencinas
nos dice:
"Empecé a trabajaren el año
1942, poruña circunstancia triste.
Antes de eso estudiaba piano. Iba a entrar
al quinto año con la profesora
Adela Vallejos de la ciudad de Santa Fe
y según su opinión, yo tenía
condiciones para continuar. En el año
1941 muere una hermana. Mi padre había
hipotecado la casa para hacer frente a
su enfermedad y ante tal circunstancia,
con mucho dolor e impotencia, debo abandonar
mi carrera de futura profesora de piano
y ponerme a trabajar.
Con el tiempo llegué a amar esta
profesión que me dio muchas satisfacciones,
pero en ese momento el primer trabajo
lo hice con tanta rabia que el pantalón
que hacía tuvo las dos piernas
del mismo lado.
Mis maestros fueron mi hermana mayor Negra
que era pantalonera y chalequera y los
sabios consejos de Don Giarratana; además
trabajé un tiempo con los hermanos
Litterio, Julio Rodríguez y Nica
Pérez.
Tanto Don Giarratana como Nica me dijeron
que la ropa de hombre debe estar hecha
de manera que al terminarla diese la sensación
de no haber sido tocada. Ese consejo me
quedó como un legado para toda
la vida porque es un arte: la prolijidad,
dar puntadas exactas, las mangas y cuellos
deben ser perfectos, igual que los bieses.
Con los años esa exigencia pasa
a ser parte de uno mismo.
Dejé de trabajar en sastrería
en el año 1949. Continué
trabajando, y sigo (aunque ya muy poco)
como modista".
Elvira
Ardiles (Chalequera)
Trabajó dieciocho años en
la sastrería de González.
Con mucho cariño recuerda esos
años y me dice:
"El día que entré a
trabajar Consuelo tenía dos meses
y era una beba hermosa. Entré como
aprendiz, lo primero que hice fue picar
cuellos, solapas, entretelas del cuerpo,
hacer hombreras. Más adelante:
mangas, vistas, el punto cruzado para
que no se vea. Cuando se casó una
sobrina de Don González que hacía
los chalecos, pasé a ocupar su
lugar, después empecé a
hacer los sacos y dejaba para que el oficial
colocara las mangas.
Debo decir que la sastrería era
nuestro segundo hogar. La mamá
de Consuelo y Roberto nos cebaban mate,
y los días de lluvia sabíamos
que nos quedábamos todos a comer.
Cuando falleció mi mamá
me permitieron volver al trabajo cuando
me sintiera más serena, sin ponerme
límites. Recibí de la Sra.
Elvira siempre los mejores consejos.
Yo nunca llegaba a horario, porque salía
con el tiempo justo y siempre me atajaba
algún carguero ( vivía y
vivo en el pueblo nuevo). El día
que llegaba temprano Don Constantino decía:
"¡Coño, ¿de qué
lado saldrá hoy el sol que Elvira
llegó temprano?!".
Un hecho que recuerdo: Don Constantino
mandó a Roberto a llevar un traje
para un novio, pero en el camino se le
cruzaron unos amigos jugando a la pelota,
se entretuvo y perdió el chaleco;
el novio se casó sin el chaleco,
algo que no se concebía lógico
para la época.
Recuerdo que muchos años después,
a pedido del Sr. Lencinas, hice un chaleco
a José María Venturini.
Era de color amarillo. Ese fue mi último
chaleco.
Debo decir que hace diecisiete años
estoy jubilada, porque don Constantino
nos inscribió a todo el personal
y gracias a esos dieciocho años
pude seguir aportando y me jubilé.
Sentí y siento un enorme cariño,
respeto y agradecimiento a esa familia".
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Srta.
Ardiles (chalequera) |
En
la foto el Sr. Lencinas con el conocido
Don Lázzaro |
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Quise
rescatar del olvido a quienes fueron protagonistas
de una época de esplendor y que,
como parte de nuestra historia ciudadana,
merecen un lugar en la memoria...
Lilia Noce de Zedde
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Fuente:
Trabajo realizado por Lilia Noce de Zedde
Publicacion en Revista Identidad de la Biblioteca Juan
B. Alberdi de Laguna Paiva |
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