JOSE ARDILES, pasión por las letras y su Laguna Paiva natal

Publicado el 30/11/2009    

    Jose es uno de los tantos "navegantes" que mantienen contacto con este sitio web, la distancias no le impiden estar cerca de sus afectos y memorias de antaño...Vive en la vecina provincia de Córdoba, pero tiene a Laguna Paiva en su corazón.

    Su valiosa colaboración en la página va desde mensajes y saludos, pasando por fotos históricas con datos precisos para el recuerdo, hasta poemas y escritos de su propia autoría con los cuales ha participado en el Certamen Literario Luciano Riquelme Atienza organizado por la Biblioteca Juan B. Alberdi de nuestra ciudad.

    Los invito a conocer a José, una breve reseña de su vida e historia, contada por él mismo, y tres podemas que gentilmente envió para esta web, la web de los paivenses...


Nací en 1945, en la casita que hicieron mis viejos al lado del hospital rural, donde mi mamá era la cocinera.
Crecí en ese barrio rodeado de amigos y vecinos solidarios.
Asistí al inconfundible llamado de la campana de la esc. 31.
Luego, a los amigos de la infancia sumé los juveniles del Colegio Nacional, de donde egresé en 1963.
Gracias a una beca de la Universidad del Litoral, comence a estudiar abogacía en Sta. Fe. En los ámbitos estudiantiles de los 60/70 tomé conciencia de mi pertenencia social, valoré, hasta el orgullo, a mi pueblo y su gente, y le tomé el gusto a la literatura. No me considero un escritor, sólo un aficionado.
Actualmente vivo junto a parte de mi flia. en Sta. María de Punilla, donde tengo una pequeña inmobiliaria a la que le dedico gran parte de mi tiempo. Mi árbol genealógico tiene una rama santafecina, Jorge y su flia., y otra cordobesa: Ulises, de 15 años.
Hace un cuarto de siglo que me vine de Paiva, aunque los que aquí me conocen, dicen que en realidad nunca me vine de Paiva. Cuando puedo recopilo información sobre los Ferrocarriles en gral. y de Paiva en particular. Todos los días abro la web y me informo. Paiva es mi estación de destino.
Espero llegar con el tiempo suficiente para honrar algunas deudas que tengo conmigo mismo y otras que he contraído con mi pueblo.

Un abrazo José


En el andén
Te puede pasar,
Que charlando con tu melancolía,
Te llegues a la vieja estación,
Y te sientes en uno de los bancos,
A convocar fantasmas.
Puede ocurrirte,
Que solo encuentres algún perro viejo y flaco,
Que se ha quedado allí
Esperando que vuelva su amo,
Que se fue en el último tren.
Te puede parecer
Que una negra máquina,
Aparece resoplando,
Entre una nube de vapor.
Pero si ves en el aire del andén,
Una bandada de mariposas y colibríes,
No lo creas,
Son besos de despedidas,
Que quedaron esperando el regreso. 

 

Abrazote
Si al escuchar un tren,
Sentís que te aletea el corazón,
Si te parás para verlo pasar,
Como cuando en los actos de la escuela se iza la bandera,
Si miras al maquinista para ver si lo conoces
Y lo saludas con la mano en alto,
Si sos capaz de contar todos los vagones,
Si saludas al guarda que va en el furgón,
Si sabes que ese es el furgón de cola
Si te quedas mirando cómo se aleja,
Si seguís parado escuchando
Como se apaga el trakatrack – trakatrack
Hasta que se confunde con el trakatrack de tu corazón,
Entonces dejame que te abrace,
Paivero del alma

 

Nuestras Palabras
Ah, mi pueblo distante,
Sos como un pañuelo,
Que me hace señales,
Como una mano amiga,
Que me llama,
En qué ámbitos guardarás
Nuestras palabras
Las palabras que quedaron en la memoria.
No las grandilocuentes, ni las estentóreas,
Si no, esas palabas simples,
Amistosas, coloquiales,
Dichas suavemente,
Como lentos pájaros en el rumor de la tarde.
Recitando sus versos mustios,
Las de Darío, entonando un Yaraví.
O aquellas otras
Que esconden tus paredes
Subcutáneas, conspirativas,
Las de nuestra juventud libertaria,
Cuando encendíamos estrellas
En las noches de las tapias.
O aquellas otras
Pronunciadas como un balbuceo,
Como un amor no confesado,
Que encerraba el corazón tallado
Sobre la piel del árbol.
Palabras,
Nuestras palabras sencillas,
Que recorrerán tus calles profundas,
Poblando silencios
Ahuecando sus alas en los altos dinteles,
En los umbrales de la madrugada.-